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EL MUNDO QUE YA NO ES

“Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien que queríamos más que a nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo”.

El mundo ha dejado de ser lo que fue. Entonces... ¿Qué es ahora? Los recientes e intrigantes trabajos de la artista Flor Pandal nos confrontan de lleno con esta pregunta. ¡Ya! ¡No es! ¡El mundo!

Entre más altos los decibeles: mejor. Exclame, vocifere, esto es una manifestación pública, expuesta de los pies a la cabeza. Por consiguiente, aquello que resulta fundamental es abrazar dicha afirmación con la radicalidad y contundencia que ésta exige. Cualquier leve matiz o menor titubeo pone fin al intercambio de emociones e ideas sobre esta otra condición humana, planetaria.

Además de una infinitud de átomos libres y otros encerrados en su abismal equilibrio, el mundo que sí es está integrado por las obras que Flor despliega ahora en tres distintos conceptos pero bajo un mismo paraguas ontológico. De tal forma, la sentencia que da título a la presente exposición abarca la siguiente trilogía: cielo, covid, cibernético. Tercia temática por demás ambiva- lente entre la materia, el cuerpo, lo etéreo, el conocimiento y el intrincado binomio tecnología/vida.

Más que una aproximación rigurosamente capitulada propongo en los siguientes párrafos un diálogo entrecruzado e intermitente entre dichos territorios. Es decir, una suerte de conversación abierta a la improvisación, a la ficción y, porque no, a la incertidumbre que acompaña a toda aventura.

Por venturoso azar el periplo comienza con la vigorosa entonación de una barcarola y su consecuente partitura cuyas notas y pautas aparecen casi libe- radas de una decisiva, contundente intervención en color naranja. Entre el barullo propio de toda manifestación, apenas se alcanza distinguir que se trata de la afamada baracarola decimonónica Los cuentos de Hoffman concebida por Jacques Offenbach y Jules Barbier. Según las ciencias exactas, estamos inmersos en la página 324 de un ejemplar de la Enciclopedia/Diccionario Sopena cuya impresión se remota noventa años atrás. Es una reliquia ilustrada, una joya epistémica. Sin embargo, a pesar de toda su alcurnia, Pandal ha decidido apropiársela, intervenirla y transformarla en una de sus recientes obras que conforman la trama del tejido Cibernético. Sí, por extraño que esto pueda pare- cer... un pesado y tremendamente matérico documento de carácter didáctico y cartesiano que deviene, por medio de una inopinada metamorfosis, en una creación artística contemporánea del ya preadolescente siglo xxi. En la epidermis de la citada página la información, el conocimiento, la lengua castellana, están invadidos por trazos que, más que estrictamente gestuales, son consecuencia de un suceso plástico y visual de carácter polifacético. Por un lado, destaca la velocidad que Pandal imprime a sus dinámicas aplicaciones y, por otro, la trans- parencia u opacidad que el barniz acrílico, la tinta china y el guache generan constantemente sobre el amarillento papel del vetusto documento. Lejos de una calculada intervención sobre tal o cual elemento gráfico o informativo de la enciclopedia, la acción estética parece estar regida por un impulso de deses- tabilizar los cánones, las normas preestablecidas de lo que define o solía definir al orbe. Desequilibrio, inestabilidad de un vertiginoso palimpsesto en proceso. Ello es fehaciente no solo en esta obra en particular sino en todas aquellas que abordan la temática de lo cibernético. Incluso en las irregulares agrupaciones de pequeños trozos de enciclopedia con los que Flor genera heterogéneos y atractivos mosaicos a manera de un rompecabezas tanto a nivel visual como cognitivo. Asimismo, sobresale en este conjunto una suerte de caligrafía cifrada, rudimentaria cuyo mensaje o significado -si es que se desea conocer a través del intelecto deviene un enigma particular para cada uno de nosotros: los inter- locutores. Recomendable es en este sentido recurrir, al menos en primera instancia, a los deleites de la percepción, del estímulo sensorial e imaginativo. ¡Tiremos por la borda nuestra inercia racional!

Pero...hasta donde ahora me encuentro, en medio de esta manifestación, puedo escuchar las dudas de varios copartícipes, el cuestionamiento surgiría tarde o temprano.

¿Qué demonios tienen que ver estos signos, símbolos o letras plasmadas sobre diversas páginas de esa enciclopedia con el ámbito cibernético? ¿No son acaso antípodas en su naturaleza, en su puro aspecto? ¿No son en todo caso más cercanos a los grafitis o inscripciones paganas que, clandestinamente, colmaron los muros exteriores de catedrales e iglesias medievales y góticas en buena parte de Europa Occidental?

Antes de esgrimir respuestas a estas interrogantes es propicio levantar la vista y observar lo que sucede en al ámbito celeste. Sí, en las obras que la artista ha integrado en la temática de Cielos y que, sin duda, dialogan en paralelo con lo cibernético e incluso, se entremezclan y contagian. Bajo esta temática encontramos piezas de diversa especie. Apreciamos composiciones que bajo una sola tonalidad forman collages mínimos. Es decir, sutiles yuxtaposiciones de pequeñas imágenes provenientes de distas clases de impresos acompañadas de gestos pictóricos que las invaden parcialmente cuáles tenues veladuras intercaladas con segmentos de pigmento más opaco, denso. Entre dichos impresos preexistentes, aunado a imágenes de dudosa procedencia, descubrimos otras que hablan por sí mismas y que abren todo un vasto campo de reflexión acerca de la esencia global de esta exposición: el viaje, la imper- manencia, el trayecto en ciernes y los detritus que ese andar genera de manera tan azarosa como calculada en la medida que la existencia lo permite: notas de consumo de alimentos, billetes de entrada a museos y espacios culturales, boletos de tren, mapas, entre otros. La alusión al viaje vinculado con dicha temática no es únicamente literal sino también en un sentido metafórico íntimamente relacionado con nuestra fugaz presencia en este planeta. En otras palabras, la muerte. Algo ineludible -al menos hasta ahora- en la travesía por todas y todos emprendida, heredada.

Aunado a lo anteriormente mencionado sobre las obras de esta temática, Flor deja en claro el rasgo ecléctico que marca la forma en que aborda sus campos de acción o ámbitos determinados. Baste el ejemplo de la tercia de obras que predomina o cubre del todo un profundísimo azul que media entre las tonalidades índigo y cobalto. Así, tenemos ante nuestros ojos un misterioso monocromo de rica textura que deja entrever una silueta de alguna cosa o ser irreconocible y, de manera concomitante un par de obras que, sobre el plano ya señalado, incorporan orgánicos fragmentos recortados de la Enciclopedia Sopena. Cual islas flotantes, dichos trozos de información histórica, científica y semántica conforman inopinados archipiélagos de híbridos ecosistemas. Desde un enfoque abismalmente naturales e inmaculados y, desde otra perspectiva, ya integrados al territorio del conocimiento y la cultura. Con todo lo maravilloso y catastrófico que esto conlleva por paradójico que parezca. Por consiguiente, cielo y cibernético se entrelazan francamente. En este último también encontramos un monocromo en rojo translúcido que nos permite detectar en la doble página que lo conforma una ilustración de Charles Chaplin y otra de un afable chimpancé. Ambos parecen estar a punto de iniciar un duelo de comicidad, de sátira ante sus enormes similitudes y monumentales diferencias. Una dosis de humor e ironía que siempre aporta sustancia a todo quehacer estético...aun si éste es fruto de una imprevisible circunstancia.

Cibernético y Cielo coinciden asimismo en su esencia plástica y conceptual en el hecho de que ambas temáticas están conformadas por mapas intervenidos. Ya bien solo con guache o con la técnica mixta antes mencionada, Pandal transforma dichos documentos cartográficos en una provocación geopolítica y en un cuestionamiento sobre nuestra obsesión por predecir, clasificar y reclasificar los fenómenos atmosféricos. Una vez más extiende, complejiza y nutre su apuesta artística en distintas vertientes. Crea obras en la que los territorios reconocibles son aislados de sus colindancias continentales o bien las tierras insulares de sus mares u océanos más próximos. En consecuencia, surgen nuevas maneras de interpretar esas representaciones lisas y objetivas del turbulento ambiente que habitamos. ¿El mundo? ¿Cuál de ellos? La migración en su sentido más amplio, las fronteras, el no retorno.

Si bien la presencia de mapas -en particular de los celestes- tiene su origen en la prehistoria, las y los creadores plásticos modernos y contemporáneos han explorado de manera constante y prolífica las múltiples artistas formales, sociopolíticas y conceptuales de la cartografía. Por citar sólo algunos ejemplos podemos mencionar al artista norteamericano Japser Jones quien ha realizado una vasta serie de pinturas desdibujadas, borrosas que representan al territorio de su país natal como un intrincado entramado de aspectos identitarios, raciales e históricos. Llama la atención que es precisamente en dichas obras donde Jones logra un venturoso diálogo entre su lenguaje gestual asociado al expre- sionismo abstracto y sus experimentaciones en torno al Pop Art. Esta rica veta entre arte contemporáneo y cartografía también ha sido explotada por recono- cidas artistas como la libanesa Mona Hatum, la argentina Agustina Woodgate o la siempre aguda Doris Salcedo de nacionalidad colombiana. Pero dentro de todo este conglomerado destaca sin duda el diálogo que las obras de Flor entablan con una serie de sugerentes y poéticos trabajos que el artista nortea- mericano Paul Thek realizó a principios de la década de los setenta. Se trata de piezas pictóricas producidas en guache sobre periódicos, diarios comunes de circulación masiva en las que Thek plasma distintas versiones del planeta tierra visto desde el espacio exterior bajo el título de Earth as a Mandala. El periódico, sus noticas e informaciones varias fungen como una suerte de mapa, de radiografía social, política, económica, meteorológica, etc. de un momento preciso en aquel mundo: un día. Y es precisamente el mundo suspendido al centro de esa plana lo que este artista pinta bajo un fondo obscuro. Enciclopedia y periódico, mapas intervenidos o cartografías pintadas representan una misma postura crítica ante la idea común de realidad, de trascendencia y temporalidad. Sí, el tiempo. Ni en pasado ni en futuro sino en un escurridizo y efímero presente, sin extensión alguna como lo esgrime genialmente San Agustín de Hiponia. ¡Vaya dilema! En relación al título de esta exposición cabría afirmar en consecuencia lógica que: “el mundo que ya no es” simplemente ha dejado de ser, de existir entre nosotros. Solo nos queda éste, ahora, pero justo ese ha dejado de ser él mismo en un instante.

Dicha compleja condición existencial adquiere una sustancial presencia en el trabajo de esta artista en la temática Covid. Bajo esta tesitura Pandal he producido un conjunto de lienzos que, si bien tienen claras reminiscencias formales a obras anteriores, tienden un punte de extrema pertinencia entre las dos temáticas ya abordadas. Son obras de marcado carácter orgánico en las que predominan tonalidades cercanas a la técnica del pastel- aunque es el acrílico su materia prima- en rosa, amarillo, naranja y azul. Destaca como primicia o declaración inicial, una obra saturada al máximo de un texto escrito a mano en letras diminutas. El ritmo ondulado de sus líneas no solo dota a esta pieza de una suave cadencia sino qué deja en claro que se trata de una composición dedicada y entregada a una serie de experiencias personales estrechamente ligadas con la pandemia global del Covid-19. Bajo el texto una nueva silueta fantasmática aparece en pleno trance o metamorfosis. Con gran dificultad alcanzo a distinguir escasas frases de aquel escrito a través de la pantalla de mi computadora como: todos tenemos miedo, el ritmo de las horas, a veces las peores cosas las tenemos que vivir, no haz podido confiar en nadie, qué suerte que hable con ella... Estamos pues ante una emotiva, poética y vibrante confesión biográfica en tiempos de pandemia y todo aquello que ésta activó y transformó de tajo en nuestros cuerpos y conciencias. Al respecto, cabe señalar la directa relación que esta temática entabla con lo corporal y con la forma en que Pandal hace de su propio cuerpo una herramienta más de trabajo. Sus dedos y manos dejan en estas piezas su rastro de manera contundente. En particular en la obra compuesta por dos formas orgánicas muy similares que bien pudiese tratarse de árboles, hojas de nopales e incluso del retrato sintetizado de gemelos idénticos. Lo corporal, orgánico y la propia vida de Flor son los protagonistas de este conjunto que, a primera instancia, pudiesen parecer demasiado distantes de lo cibernético y los cielos. Sin embargo, aquí lo estrictamente formal pasa a un segundo plano para dar lugar a una comunión disímbola que antepone la experiencia vital sobre cualquier búsqueda meramente formal o reflexiva. De cierto modo, aquello que suscita el hilo conductor de esta propuesta artística, es un posicionamiento que genera constantes entrecruzamientos o desplazamientos entre lo estrictamente subjetivo y muy diversas constructos culturales: la ética, la política, el conocimiento, el objeto artístico en tanto manifestación pública, la tecnología, entre otros. De manera tácita el mapa vuelve a escena pues si algo provocó esta devastadora pandemia fue nuestra obsesión -o al menos mía- por consultar diversas plataformas o medios de comunicación en internet para constatar, a través de gráficas ilustradas con mapas, como se expandía por aquel mundo la mancha pandémica.

En resumidas cuentas percibo este cuerpo de obras como una valiente y compro- metida apuesta de Pandal que atestigua su ya largo y venturoso trayecto en el ámbito artístico. En el vórtice de estos trabajos subyace un desafío de alto voltaje: provocar en nosotros, sus interlocutores inmediatos, un examen de conciencia sobre aquello que, cotidianamente, hacemos de nuestras vidas en este otro mundo que sí es por un instante y que por ese ínfimo lapso de tiempo es imperante luchar desde la trinchera que a cada ser humano corresponde, manifestarse de una otra forma pero no ser indiferente. Las palabras del escritor Franz Kafka con las que da inicio este texto, pueden o deben extrapolarse a toda expresión o lenguaje de índole poético. El trabajo artístico de Flor, sea éste una pintura, una intervención o un inclasificable híbrido aspira a ser esa mani- festación estética que rompa el mar helado dentro de nosotros. El elemento indispensable para aspirar a ello es una entrega radical y es precisamente ello lo que Flor Pandal procura a toda costa.

Víctor Palacios

Febrero, 2023.

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