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Trasegar la memoria

El propósito de este texto es provocar un olvido. Tomar con las manos todo aquello que hasta ahora se ha dicho y escrito sobre la obra de Flor Pandal y tirarlo en el basurero más oscuro y pestilente del mundo. Por consiguiente, en esa mezcla heterogénea de voces y palabras deberán incluirse corrientes artísticas, términos, fechas y adjetivos como: expresionismo abstracto, gestualidad, vibraciones cromáticas, la década de los noventa, arte moderno,

lirismo, influencia, concepto, entre otros. Estimados lectores, nada nuca se ha dicho ni escrito sobre el trabajo de esta artista. El territorio arcifinio que nos ofrecen estas pinturas es virgen.

Tan virgen e inexplorado como el manchón que ahora crece en la parcela de Gavino Feliz, un bello campesino jalisciense dado a la crápula y adicto a las damas chinas. De tal forma, a partir de este instante, todo lo que se piense, diga o escriba sobre Pandal es nuevo. Contra todos los pronósticos… sí hay algo nuevo bajo el sol. Aprovechemos todos esta frescura por partida doble pues si el discurso es nuevo las obras aquí reunidas lo serán también. Nuevos no por ser las creaciones más recientes de esta artista sino por ser únicos e incomparables.

 

¡Recuperemos la esperanza de lo nuevo! Y si traemos a la mesa a lo nuevo es imposible no reparar en torno a los ensayos del teórico ruso Boris Groys quien ha escrito ampliamente sobre el tema. Aunque citar aquí sea una contradicción pues la cita es la repetición por antonomasia creo pertinente transcribir las siguientes preguntas del mencionado pensador acerca de la naturaleza de lo nuevo. “¿Por qué aspiramos en absoluto a decir algo, a escribir, a

pintar o a componer algo que no existía? ¿De dónde proviene la fe en el valor de la propia innovación cultural, si está claro desde el principio que la verdad es inalcanzable? ¿No será el deseo de “creatividad” quizá nada más que la caída en una tentación diabólica, de la que uno debería defenderse para salvaguardar su propia integridad. Dicho de otra manera: ¿qué sentido tiene lo nuevo?

Más allá de esgrimir posibles respuestas a estas sugerentes interrogantes propongo dejarlas ahí, a manera de detonadores potenciales y entrar en materia, abordar las nuevas obras pictóricas que conforman esta exposición y buscar así generar el mencionado olvido. En primera instancia es posible mencionar que en estos trabajos existe un claro deseo por sustraer la propia presencia de la pintura. Es decir, plantear ejercicios plásticos cuyo común denominador y punto de partida sea reducir, restar elementos y huellas en lugar de concebir los lienzos como el resultado de una adición de gestos, tonalidades y materias. Tal vez algo similar a lo que algunos artistas del siglo pasado optaron por llamar reductivismo. Mas no caigamos en las redes de la historia y mucho menos de la anquilosada y cuestionable historia del arte que solo nos llevará a postular comparaciones, nombrar estilos, dictaminar

influencias y preguntémonos: ¿Por qué estas obras buscan sustraer en lugar de adherir símbolos, formas y significados? La respuesta es simple: abstraer es restar y toda abstracción rehúye la narrativa, la descripción lineal de acontecimientos o la promulgación de declaraciones. En otras palabras, las obras de Pandal no comunican, no expresan, no hilvanan discursos. Al ser solo un poco de luz dispuesta sobre una superficie y estar plenamente

conscientes de ello, estas pinturas son destellos, reflejos cuyo objetivo es modesto pero a la vez infinitamente fértil y placentero: trasegar el intelecto y los sentidos del espectador. Es decir, de todos quienes se toman el tiempo de observarlas con detenimiento, incluyendo a la propia autora. Pocas veces pensamos en esto último pues damos por hecho que los creadores de una obra son incapaces de sorprenderse y dejarse llevar por las propuestas de sus propias piezas. No obstante, es importante concebir al autor como un espectador más, como alguien que también descubre poco a poco aquello que tiene frente a los ojos. En la persona de Flor Pandal he percibido esa capacidad, esa curiosidad y asombro por resolver los enigmas que plantean sus propias pinturas y eso es sin duda una sólida virtud creativa. Aunque parezca un acto de vanidad, los artistas deben desnudarse ante su obra y esperar…como paciente espera Gavino su turno para tomar con sus dedos silvestres una canica roja y hacerla saltar nerviosa

por el minado tablero.

 

Antes de finalizar este breve texto quisiera subrayar algo mencionado unas líneas arriba y es el hecho que las pinturas de Pandal interpelan en un mismo sentido tanto al ámbito sensorial como al intelectual o conceptual. Un error frecuente que se ha expandido en el ámbito artístico y curatorial en décadas recientes –disculpen ustedes por volver a caer en la trampa del discurso en torno al arte- es separar, escindir al arte en dos grandes vertientes. Por un lado está el arte contemporáneo en mayúsculas cuyo sustento es conceptual y por otro está el arte contemporáneo en minúsculas que basa su existencia en la forma, la materia, el gesto, la técnica, etc. Así, buena parte de la producción pictórica contemporánea ha sido de pronto despojada de su dimensión conceptual y reducida a lo estrictamente formal. Considero esto una desatinada tendencia. No hay arte sin concepto y mucho menos arte sin materia. Estas

pinturas son tan conceptuales como formales. En suma, son nuevas, tienen ese aroma inconfundible que solo tiene lo nuevo. ¿A qué huele lo nuevo? Desde mi experiencia lo nuevo siempre huele, aunque sea un poco, a pintura, al renio de lo pictórico en sentido más amplio del término.

 

En el quehacer de esta artista es posible distinguir una evolución pausada hacia un territorio que lejos de entregarse a los placeres sensoriales y gestuales de la pintura abstracta, busca interrogar al propio género o disciplina que cultiva. Tal vez sea un callejón sin salida o un laberinto indescifrable pero en la actualidad parece insoslayable el hecho de pintar para, entre otras cosas, tenderle una trampa a la pintura misma y detener un tanto su enloquecida

concrescencia plástica. Calmarla y hacer que pierda el miedo a la amnesia. Tocarla, tirarla.

Víctor Palacios

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