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Realidad 

paralela

El trabajo de Flor Pandal es una de esas raras expresiones que se logran mantener en la periferia de las modas predominantes y las corrientes expresivas temporales. Dedicada a su obra, ha sabido conservar de cada uno de los talleres que ha tomado a lo largo de su trayectoria, lo mejor de cada creador con los que ha compartido estudio.

 

Alejada por voluntad de la figuración y andando a paso seguro por el abstraccionismo, cada una de sus piezas parecería una obra inconclusa que no ha cerrado su corpus expresivo haciendo con ello un trabajo que, al ser compartido con los espectadores, los confronta, les exige y les reclama atención.

No es la suya una obra que pueda revelarse de una primera mirada. Como todas las grandes piezas, su tiempo llama a reposo y apertura. A cambio, recibimos de poco en poco momentos extraordinarios que nos atrapan y seducen. Algunos son accidentes, otros voluntad cromática, y todos en conjunto conforman piezas bidimensionales habitadas por silencios y estruendos en una singular convivencia.

 

Aunque los trazos son de extrema libertad y se ve en ellos una gran carga experimental, llegan a nuestra mirada círculos que se convierten en protagónicas formas repetidas en todas sus variables que funcionan no sólo como balance compositivo sino, fundamentalmente, como elementos preponderantes de una suerte de geometría de lo orgánico.

 

Si es verdad que abordar las estructuras del imaginario representa un reto, las de Flor Pandal denotan una estrecha relación entre zonas de silencios cromáticos y abigarrados campos donde confluyen, entreverados, trazos de diferentes calidades que van dando cuerpo a una obra donde el soporte parecería reflejar sólo una mínima parte de universos inconmensurables. 

 

Las transparencias utilizadas inundan con detalles casi invisibles la riqueza expresiva de su trabajo. Abandonadas por decisión propia las expresiones figurativas, su obra no pretende contar más allá de aquello que miramos, abundando así a códigos personales que, de pieza en pieza, se citan y multiplican hasta crear un lenguaje identificable en su trayectoria. 

 

Después de mirar su trabajo largamente, asistimos a una suerte de registro de paisajes a partir de guiños cromáticos que nos remiten a formas de la naturaleza. Es como si reinventara aquello que observamos sólo para descubrir que en el momento en el que ponemos nuestra mirada sobre su pintura, la naturaleza imaginada mutara silenciosamente para engañarnos confundiéndose con lo que esperábamos ver. Flor Pandal ha creado de esta manera una realidad paralela donde lo que pervive es la honestidad expresiva y la fidelidad a códigos íntimos y personales.

 

Vemos así lo que la naturaleza generalmente nos niega. El entorno que nos circunda no siempre es lo generoso que quisiéramos y sentimos que juega con nuestra mirada escondiendo, disfrazando, mutando para nuestros ojos los colores que ahora tenemos delante en las piezas de Pandal.

 

Como si hubiese escarbado en los orígenes de las cosas, nos confronta con colores ahora en libertad, sueltos y con expresividad incontenida que al desplazarse de un lado a otro de la tela, van formando ese nuevo paisaje al que debemos acostumbrarnos como el nuevo espacio posible de una dimensión que rara vez percibimos. 

Consciente de ello, ha decidido darle la espalda a las composiciones ortodoxas, centrales. Nada se desarrolla en su trabajo desde el mismo lugar. Todo inicia y termina a capricho del proceso de trabajo que parecería que es el guía de cada una de sus piezas. Manteniendo un diálogo respetuoso con sus obras, conversa con los requerimientos propios de la pintura al tiempo que aborda el soporte. La pintura, en su desarrollo, le dicta los pasos a seguir obedeciendo sólo a reglas cromáticas.

 

El temible pánico a la hoja en blanco aquí es inexistente. Flor Pandal ataca sus telas y papeles con desenfado. Es el final el que se convierte en tierra desconocida. Nada en sus piezas parecería estar finalizado. Sin que lo sean, la primera impresión es que se trata de obras en proceso. Esa cualidad de no finitud es difícil de lograr. Todo está ahí, y a la vez, todo está siendo.

 

De esto nos habla la evidente estructura de su trabajo; están ahí los trazos en carbón evidente, las transparencias y las veladuras que se encuentran en algunas zonas. No es su intención esconder ni el proceso ni el esqueletaje de sus piezas. Esa “cocina” dejada ahí en carne viva es parte de su lenguaje y al poco de mirar entendemos que los tiempos de producción se han ido empalmando y fundiendo unos con otros hasta dejar sobre la tela o el papel formas que se han apropiado de cada uno de los trazos que las conforman.

 

Si la pintura abstracta a lo largo de los años parecería haber ido fincando poco a poco sus propias reglas, la pintura de Flor Pandal circula en la periferia de esos dictados viajando arriesgadamente por territorios poco explorados. El protagonista de su trabajo, indudablemente, es el color. 

Santiago Espinosa de los Monteros

Ciudad de México, Septiembre 2014

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